El regalo

Aunque atrasado, llegó mi regalo. Aparte de vos, nena, claro está, que eres el mayor de mis anhelos hecho verdad, más que canción y algo de medio poema entre tus pechos que lo hago a diario con mis manos. Creo que tengo metida en la cabeza la canción esa de Serrat que tanto te gusta, cómo dice, ah… la del poema…

En Quito las tardes son como mi vida de estos días: cambiante. De a ratos soleados, de a ratos con lluvias torrenciales con truenos y todo. Pero qué importa que te diga esto si vos misma te das cuenta de que así soy y no es como acabo de decir que estoy así… De pronto y soy un simple melancólico que de vez en vez se pone eufórico sin motivo aparente.

Y bueno, lo cierto es que podré ser lo que sea pero en este instante, o sea luego, porque ahorita que escribo sí que me siento desubicado, fuera de foco y harto de este trabajo, me detendré a pensar en algo para escribirte y aunque no escriba nada o termine rompiendo el papel o simplemente recuerde que pensé escribir cuando ya me haya olvidado de lo que quería decir, sé que estaré mejor porque tú eres en realidad el mejor de mis alivios. (el único).

Ah, gracias por el regalito… ¡miamor!

Son las 14h06 y ya cayó un trueno.